Sanando las heridas del espíritu


Las heridas del espíritu se curan sin dejar cicatrices. Hegel


 A diferencia, las heridas físicas sanan pero queda una cicatriz.
El que insulta, el que daña… ni se acuerda, mas al que se le insulto, guarda la herida en su corazón.
Las heridas del pasado, son producto del diario vivir, aunque son hechas por otros.
Los humanos somos recurrentes a traer el pasado, a transformarlo en una carga y por tal motivo, sentir tristeza al recordar, a acumular los malos recuerdos para sentir resentimiento, a no soltar el sufrimiento y este se convierte en rencor.
¿Se pueden curar las heridas del espíritu?
Sin lugar a dudas, estas heridas se pueden curar, mas no sanan solas…
Para poder sanar las heridas del espíritu, hay que reconocer que hay una herida insana en nuestro ser. 
Debemos hacernos responsables por los sentimientos que nos provoca llevar esta herida:

Siento Amargura… Aflicción, sinsabor, disgusto, pesadumbre, melancolía. 

He deseado la venganza… desquitarme, odiar. 

Mi carácter se ha vuelto Iracundo… depresivo, pesimista, destructivo.

Una vez que hemos reconocido nuestros sentimientos, ahora inundemos nuestro ser de:

Compasión, Misericordia, Perdón y Amor por quien nos ha ofendido. ¿Cómo hacerlo? Practicando, insistiendo hasta dominar estas virtudes.

La Compasión, la encontramos sirviendo a los demás.

La Misericordia, cuando ayudamos al prójimo.

El Perdón, lo hayamos entregándolo.

Y el Amor… sentir amor es necesitar dar.

Cuando en nuestro espíritu, sintamos: Sosiego, paz, tranquilidad, aliento y alegría por el día de hoy, sabrás que han sanado tus heridas sin haber quedado en ti, ninguna cicatriz.

Cuándo recibas una ofensa, ¡Decide perdonar y serás libre!

Sé el más humilde entre los humildes para que vivas en un reino; porque el soberbio siempre vivirá en el mundo de los cautivos.


La Importancia del orden en tus objetivos

“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. Albert Einstein

Por Laura Barraza

Una persona no se vuelve ordenada rápidamente, sino que para ello necesita verlo hecho realidad en alguien cercano. Ya he señalado con anterioridad, en más de una ocasión, que los mejores educadores son los padres. Ellos, ejemplificando con la práctica diaria, van señalando el camino correcto.

El orden en los objetivos es el único modo de que los propósitos salgan adelante. Pero para esto se necesita concretar; tener pocos objetivos, bien delimitados, sin querer abarcar demasiado. Así se inicia el camino hacia las determinaciones detalladas. Cuando se fijan los planes es el momento en que uno ha aprendido a renunciar a la dispersión. Hay que partir de aquí. Decir sí a todo lo que va apareciendo ante nosotros es la forma más segura de salirse del cauce trazado. Ahí es donde uno precisa, analiza lo que; quiere hacer, define y perfila sus objetivos, centra sus límites y capta lo necesario para saber decir no a tantas sugerencias y tirones que proceden del exterior, para desatender de algún modo lo que se tiene entre manos y en la cabeza.

Planificar a corto y medio plazo. Lo haremos con papel y lápiz. Muchas veces, esta tarea se simplifica recurriendo a una agenda, donde todo queda anotado. De este modo, todo es vivido de forma más sabrosa, pues lo mejor es adelantarse a lo que está por llegar;. Este orden llena de aroma la biografía, pues invita a no ceder, ni a darse por vencido cuando las cosas salen mal, se tuercen o arrecia el viento de las contrariedades.

Organizar es saber distribuir, de acuerdo con el paso de los días y las semanas, todas las cosas que están pendientes, y que, al irlas haciendo, nos llenan de satisfacción, de plenitud, porque percibimos una gratificación interior cuando han sido llevadas a consecución.

Quien tiene una buena educación de la voluntad es porque ha trabajado a fondo en el orden y la constancia.

Los principales efectos del orden se resumen en los siguientes apartados
  1. Paz exterior e interior. La primera supone tranquilidad, la segunda serenidad.
  2. Alegría. Pienso que orden y alegría forman un binomio con muchos puntos en común. La alegría es un resultado: La consecuencia de un tipo de vida coherente, realista y con un buen nivel de exigencia, en busca de la meta, por encima de los avatares y las luchas continuas. Uno se desvive por hacerse persona, por mejorar en puntos concretos y esto, a la larga, produce una satisfacción interior inmensa. La alegría es al mismo tiempo afirmación de resultados positivos, y negación para disciplinarnos en los objetivos trazados.
  3. Eficacia. Cuando hay orden en el desarrollo de cualquier actividad, el tiempo se dilata, y se tiene la sensación de que se llega a todo si uno ha sido capaz de no dispersarse.
  4. El cuidado en los detalles pequeños dentro de las ocupaciones que uno tiene entre manos. Este cuarto apartado oscila entre poner amor en lo pequeño, saber terminar bien un trabajo, esmerarse en hacerlo todo con corazón y cabeza, y elevar el nivel de la tarea haciendo las cosas despacio, con calma, sin correr, sin atropellarse.
  5. El orden: conduce a que la persona sea más libre y responsable. La madurez psicológica es algo que se va adquiriendo paso a paso, a base de trabajo bien hecho, de responsabilidades asumidas, de capacidad para superar las frustraciones, de haber sido consciente de que hay que tener buen perder y volver a empezar de nuevo... Todo con voluntad y constancia. Este es el modelo en el que se deben fijar los humanos para sacar el mejor resultado.

Extracto del libro " La Conquista de la Voluntad"
Autor Enrique Rojas.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Seguidores

Hazte Fan en Facebook

PCI Tesoros de Luz

Promocionar tu página también